Javier Anso: un pedagogo que, inspirado en los valores supremos del Evangelio, persigue el desarrollo pleno de la persona
José Antonio Hernández Guerrero
Javier es un hombre libre y comprometido. Posee la ilimitada libertad de quien observa, reflexiona, analiza y juzga la realidad que le rodea sin establecer previamente unas barreras infranqueables y, al mismo tiempo, asume el estricto compromiso de ser fiel a los dictados de su propia conciencia y de ser leal con los alumnos a los que sirve. Éstas son las razones por las que mira el pasado con ponderación y con gratitud, y éstas son las claves de la obstinación con la que, esperanzado, lucha por lograr un futuro más justo y más humano. Fíjense cómo no se cansa de estimularnos para que, contra los vientos de la publicidad y las mareas del cómodo hedonismo, sigamos creciendo y mejorando las condiciones de vida de nuestros hijos, para que les proporcionemos los instrumentos necesarios con el fin de que sean más conscientes, más independientes y más felices.
Hombre lúcido y agudo, distingue instantáneamente lo que es importante de lo que es accesorio, lo que es incompatible con nuestra condición humana de lo que podría perfeccionar nuestra existencia, aumentar el bienestar personal y mejorar la convivencia social. Éstas son las razones por la que, a nuestro juicio, en sus funciones como director de un centro educativo, además de proporcionar información actualizada sobre los conocimientos imprescindibles para la vida profesional, estimula la reflexión, la crítica, la solidaridad, la voluntad de entendimiento, la convivencia y el respeto a las minorías
Javier lucha de manera permanente porque está convencido de que el aumento de ciudadanos ignorantes y, por lo tanto, acríticos, propicia el funcionamiento de esta sociedad de consumo que beneficia sólo a unos pocos de listillos. Por eso él, ajeno a la autocomplacencia narcisista, denuncia con valentía esa atmósfera que, creada por los medios de comunicación, facilita el aumento continuo los consumidores (mal)educados en serie, sin referencias culturales y sin pasado, y, por eso, critica las prácticas que estimulan la deformación de ciudadanos que, encasillados en identidades volubles y zarandeados por el flujo incesante de la publicidad, sólo son puros átomos carentes de voluntad propia para seguir creciendo. Por eso, al mismo tiempo que cultiva la tolerancia de las convicciones diferentes, nos exige respeto a la ley y a los demás. Por eso, dando por supuesto que el aprendizaje exige esfuerzos, nos grita para que sacudamos la tibia modorra.
Hombre dialogante, profesor entregado y religioso coherente, es un pedagogo que concibe su tarea -la paideia y la humanitas- como un acompañamiento a los alumnos por el aire libre de la contemplación de la naturaleza y por los senderos marcados por los principios más sólidos de nuestra cultura occidental: como una aventura alentada por una concepción de la vida humana que, inspirada en los valores supremos del Evangelio, persiga, de manera explícita, el desarrollo pleno de la persona y su acercamiento hacia su fin propio. Por eso apoya toda su actividad docente en su convicción de que el fin de la enseñanza es la formación integral del ser humano: del pensamiento, de la emociones, del lenguaje, de las actitudes y de los comportamientos.