sábado, 21 de junio de 2008

Rafael Sánchez Saus



Rafael Sánchez Saus

En mi opinión, Rafael Sánchez Saus es un historiador cuyos trabajos de investigación, tareas docentes y empresas culturales -reflejos directos de la amplitud y del valor de sus preferencias- están impulsados por unas irreprimibles ansias de alcanzar esas utopías razonables que buscan las dimensiones perdidas del hombre auténticamente humanista. Su fervor científico, su voluntad férrea y sus ímpetus irreprimibles se apoyan en unas profundas convicciones de raigambre ética y de orientación trascendente. Él, convencido de que el logro mayor del ser humano es la buena formación de su conciencia, no duda lo más mínimo que los estímulos morales -mucho más que los alicientes materiales- son los que poseen capacidad para cambiar el rumbo del mundo y para empujar el sentido de la historia. No es extraño, por lo tanto, que, con pertinacia, busque las claves de los problemas y que, con ilusión, se afane en proponer soluciones adecuadas respetando siempre la irrenunciable dignidad del ser humano.
A lo largo de muchos años de colaboración académica hemos podido calibrar la emoción que le proporcionan los riesgos de las aventuras intelectuales y hemos comprobado cómo las adversidades, en vez de frenarlo, constituyen estimulantes alicientes de su vida profesional. Es un hombre libre e independiente porque es capaz de expresar de manera clara y directa sus opiniones y sus juicios críticos sobre los comportamientos políticos y sobre los hábitos sociales que, proclamados como logros de la modernidad, implican regresos a situaciones históricas de amargas divisiones y de dolorosos enfrentamientos.
Este profesor universitario e investigador de nuestra historia medieval, apoyado en los principios perennes de la Moral y pertrechado de los instrumentos que le proporciona su amplio conocimiento de nuestra mejor cultura, posee una notable valentía para contradecir las modas efímeras y para relativizar las corrientes pasajeras. Me llama especialmente la atención el coraje con el que, enfrentándose a la adversidad, se empeña en vislumbrar la evolución de los hechos hasta alcanzar sus consecuencias más remotas: su empeño no es el resultado de una fugaz iluminación, sino el producto de un raciocinio arduo y de una reflexión tenaz que se nutren de una información incesante, bien masticada y digerida.
No es extraño, por lo tanto, que, de manera contraria a las pautas que siguen las mayorías sociales e incluso alejándose del pensamiento de muchos de sus compañeros, se afane en escudriñar las causas, en encontrar paralelismos, en advertir los riesgos y en atisbar las consecuencias de las propuestas actuales, con el noble propósito de sugerir fórmulas alternativas viables que, sin abandonar los logros de nuestra civilización, nos ayuden a crecer como seres humanos y a construir una sociedad más justa, más culta y más fraterna.
Me atrevo a proponer mi hipótesis de que la esencia del pensamiento y, por lo tanto, de las actitudes y de los comportamientos familiares, sociales y profesionales del profesor Rafael Sánchez Saus reside en su certidumbre de que la mejor manera de mejorar la vida de la sociedad es, fundamentalmente, ocupándose de la formación de los individuos. Y es que él está firmemente convencido de que el logro mayor del ser humano es la buena formación de su conciencia y de que los estímulos morales, más que los materiales, son capaces de cambiar el mundo y empujar la historia. Defensor de los grandes valores, Rafael cree en el progreso realmente humanizador y tiene firmes esperanzas de que la pasión por la verdad constituya un factor esencial de una vida mejor, presidida por la Ética.




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