Ignacio Moreno Aparicio
José Antonio Hernández Guerrero
Como ya ocurriera en aquel Cádiz de finales del siglo XIX y comienzos del veinte, Ignacio Moreno Aparicio, con su clarividencia, con su constancia y, sobre todo, con esa peculiar habilidad para rodearse de un eficiente equipo de colaboradores, ha logrado que nuestro centenario Ateneo Literario, Artístico y Científico vuelva a ser un referente cultural de nuestra Ciudad.
Ignacio es un animador que, impulsado por un propósito explícito de contribuir a esa difícil y necesaria tarea de mejorar la calidad de vida de los gaditanos, nos abre anchos espacios y nos proporciona múltiples tiempos para que, mediante la cultura, alimentemos nuestro espíritu y mejoremos las condiciones humanas de la sociedad. Él está convencido de que la cultura -el patrimonio más valioso y el más específicamente humano, el factor que nos construye, nos define, nos distingue y nos une- es un capital esencialmente social que recibimos de la sociedad y cuyo destino natural ha de ser la sociedad.
Con su habilidad de mediación nos abre múltiples puentes que unen las diferentes orillas económicas, sociales, ideológicas de los conciudadanos que integramos este territorio tan diverso y, al mismo tiempo, tan interdependiente. Especialista en Historia Contemporánea, ha trazado unas anchurosas vías por las que discurren la memoria de nuestro pasado más ilustre y por las que, al mismo tiempo, nos dirigimos a un futuro más esperanzador,
En ocasión anterior, aludimos a esa innegociable decisión para que, libres, entraran en el Ateneo los vientos renovadores de la cultura de nuestro tiempo y para que, frescos, corrieran los aires estimulantes del pensamiento múltiple. Hombre atento, realista, reflexivo y coherente, ha logrado que este templo de la palabra, signo de la tradición y símbolo del progreso, se convirtiera nuevamente en un foro abierto en el que mujeres y hombres, especialistas en diferentes disciplinas y en permanente contacto con los problemas de la actualidad, nos propusieran ideas y experiencias que contribuyeran a la creación de un mundo más bello, más científico, más ameno, más libre, más social, más ético y, en resumen, más habitable y más humano.
Estoy convencido de que su inteligencia práctica, su fecunda imaginación y sus sentimientos nobles le han dictado el rumbo de una andadura profesional y de una entrega social que han redundado en beneficio de muchos de sus conciudadanos: su amor sin fingimientos por esta tierra repercuten, de manera intensa, en nuestro propio bienestar. Valoramos especialmente el entusiasmo y la generosidad con la que dedica sus energías a transmitir su convicción de que el estudio, el trabajo y el esfuerzo constituyen las exigencias ineludibles para alcanzar un progreso realmente humanizador. En estos tiempos de pragmatismo -de efectividad y de efectismo- no tenemos más remedio valorar los testimonios de sencillez, autenticidad, coherencia, armonía y equilibrio que proyectan las trayectorias profesionales y humanas de muchos de nuestros conciudadanos.
José Antonio Hernández Guerrero
Como ya ocurriera en aquel Cádiz de finales del siglo XIX y comienzos del veinte, Ignacio Moreno Aparicio, con su clarividencia, con su constancia y, sobre todo, con esa peculiar habilidad para rodearse de un eficiente equipo de colaboradores, ha logrado que nuestro centenario Ateneo Literario, Artístico y Científico vuelva a ser un referente cultural de nuestra Ciudad.
Ignacio es un animador que, impulsado por un propósito explícito de contribuir a esa difícil y necesaria tarea de mejorar la calidad de vida de los gaditanos, nos abre anchos espacios y nos proporciona múltiples tiempos para que, mediante la cultura, alimentemos nuestro espíritu y mejoremos las condiciones humanas de la sociedad. Él está convencido de que la cultura -el patrimonio más valioso y el más específicamente humano, el factor que nos construye, nos define, nos distingue y nos une- es un capital esencialmente social que recibimos de la sociedad y cuyo destino natural ha de ser la sociedad.
Con su habilidad de mediación nos abre múltiples puentes que unen las diferentes orillas económicas, sociales, ideológicas de los conciudadanos que integramos este territorio tan diverso y, al mismo tiempo, tan interdependiente. Especialista en Historia Contemporánea, ha trazado unas anchurosas vías por las que discurren la memoria de nuestro pasado más ilustre y por las que, al mismo tiempo, nos dirigimos a un futuro más esperanzador,
En ocasión anterior, aludimos a esa innegociable decisión para que, libres, entraran en el Ateneo los vientos renovadores de la cultura de nuestro tiempo y para que, frescos, corrieran los aires estimulantes del pensamiento múltiple. Hombre atento, realista, reflexivo y coherente, ha logrado que este templo de la palabra, signo de la tradición y símbolo del progreso, se convirtiera nuevamente en un foro abierto en el que mujeres y hombres, especialistas en diferentes disciplinas y en permanente contacto con los problemas de la actualidad, nos propusieran ideas y experiencias que contribuyeran a la creación de un mundo más bello, más científico, más ameno, más libre, más social, más ético y, en resumen, más habitable y más humano.
Estoy convencido de que su inteligencia práctica, su fecunda imaginación y sus sentimientos nobles le han dictado el rumbo de una andadura profesional y de una entrega social que han redundado en beneficio de muchos de sus conciudadanos: su amor sin fingimientos por esta tierra repercuten, de manera intensa, en nuestro propio bienestar. Valoramos especialmente el entusiasmo y la generosidad con la que dedica sus energías a transmitir su convicción de que el estudio, el trabajo y el esfuerzo constituyen las exigencias ineludibles para alcanzar un progreso realmente humanizador. En estos tiempos de pragmatismo -de efectividad y de efectismo- no tenemos más remedio valorar los testimonios de sencillez, autenticidad, coherencia, armonía y equilibrio que proyectan las trayectorias profesionales y humanas de muchos de nuestros conciudadanos.
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