Juvencio Campo Fernández
José Antonio Hernández Guerrero
En unos momentos en los que, debido a los grandes avances tecnológicos, asistimos a una progresiva desvalorización del acto médico y a cierta degradación de la relación entre los profesionales de la salud y el paciente, la figura de Don Juvencio Campo recobra la talla y el esplendor del médico que es plenamente consciente de la nobleza que encierra el ejercicio de su vocación humanista y humanitaria. Hombre profundamente honesto y dotado de una asombrosa capacidad de trabajo, ha ejercido su profesión irradiando un entusiasmo contagioso y generando a su alrededor un profundo respeto.
Tras destacar su labor como cirujano, sus amigos, sus colegas y, sobre todo, sus enfermos lo han definido como una persona "humanamente excelente", que se ha dedicado a la medicina y, sobre todo, que se ha comprometido con los enfermos. Nosotros, en más de una ocasión, hemos tenido la suerte de que nos explicara el secreto íntimo de su decisión de consagrar su vida a los enfermos: “yo valoro, aprecio y me dedico a la Medicina, porque amo la vida humana y porque la considero un regalo divino”. Ésta es la razón profunda de su entrega incondicional a la imperecedera misión de aliviar el dolor del ser humano y de mejorar su calidad de vida.
Es aquí, en este fondo trascendente, donde brotó su decisión de dedicarse a proteger la vida humana, a respetar la dignidad de la persona y a cuidar la salud del individuo y de la comunidad. Sin cansarse nunca de estudiar, tenía la humildad de aprender cada día la nueva lección que le enseñaban los libros, el trato con los enfermos y, sobre todo, los avatares de la vida. Por eso ha seguido creciendo en conocimientos, en nobleza, en delicadeza y en generosidad.
Crítico con las posturas blandas y con las actitudes acomodaticias, está, sin embargo, cargado de una inmensa capacidad de empatía hacia los que manifiestan algún sufrimiento. A pesar de su papel de pionero en muchas técnicas quirúrgicas, don Juvencio siempre ha huido de los inútiles halagos y ha preferido seguir por la senda del trabajo tenaz y de la entrega a su familia. Es aquí, donde este castellano, tenaz y un poco socarrón, sigue encontrando los estímulos para continuar adelante.
Vital, optimista y audaz, es un ser profundamente creyente que ha hecho de la Medicina una profesión de fe en la solidaridad y en la dignidad humana. Es un hombre sobrio y silencioso que, en un mundo de ruidos, de contradicciones y de frivolidades, nos sigue transmitiendo luminosos mensajes de bondad, de seriedad y de discreción.
sábado, 21 de junio de 2008
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