Guillermo Martínez Massanet
José Antonio Hernández Guerrero
Guillermo Martínez Massanet constituye, en mi opinión, la demostración elocuente de que existe la posibilidad real de armonizar las diferentes tareas universitarias con las primordiales exigencias familiares y con las ineludibles relaciones sociales. Este Catedrático de Química Orgánica, que ya había escalado todos los peldaños docentes hasta alcanzar el más alto nivel académico cuando apenas tenía treinta y seis años, no sólo ha desempeñado las funciones de Director de Departamento, Decano de la Facultad, Vicerrector de Investigación y Rector de la Universidad durante ocho años, sino que, además, se ha entregado, al mismo tiempo, a la atención personal de cada uno de los alumnos, a los minuciosos trabajos de investigación sobre las propiedades terapéuticas de diferentes sustancias, a la convivencia armónica con Angelines, su mujer, y a la formación integral de sus hijos.
Es probable que esa sorprendente capacidad para conjugar unas actividades, que tan diferentes son en su naturaleza íntima, en su organización formal y, sobre todo, en sus ritmos biológicos, esté favorecida por su innata facilidad y por su concienzuda preparación para penetrar, con sus agudos análisis, en el fondo de los seres vivos y para sintetizar -para unir y para reunir- sustancias orgánicas, para diseñar y construir proyectos de investigación y para componer y organizar eficientes equipos de trabajo. Él sabe muy bien que la eficacia de un grupo adecuadamente coordinado es siempre mayor que la suma de sus partes.
Guillermo -un científico amable y un observador crítico- es un hombre sistemático y un trabajador metódico que, además de observar con exquisita atención cada uno de los elementos que estudia, es capaz de maravillarse cuando contempla los resultados de sus análisis. Consciente, además, de que los seres humanos somos parte de la naturaleza, tiene muy en cuenta que él, sus colaboradores y los destinatarios de sus investigaciones formamos parte de esos misterios que él trata de resolver. A veces he recibido la impresión de que a este hombre de ciencia, de concordancias y de acuerdos, también le interesan la armonía y la belleza de ese juego de relaciones que al final de su investigación él establece. No tengo a menor duda de que está convencido de que la ciencia -un triunfo del poder de la imaginación y del esfuerzo continuado- es indispensable para mejorar la vida del hombre –para alcanzar metas inimaginables-, pero también de que el progreso y la mejora de la calidad de la existencia humana exigen atender a las necesidades de la convivencia.
Como investigador, no sólo está dotado de imaginación para descubrir horizontes inéditos, de agudeza para penetrar en las entrañas de esos seres elementales y de sensibilidad para captar los más mínimos detalles, sino que está persuadido de que toda empresa es posible, con tal de que, además de constantes, seamos capaces de organizarnos adecuadamente para vencer todos los obstáculos que la realidad nos impone.
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