sábado, 21 de junio de 2008

Francisco Fernández Trujillo


Francisco Fernández-Trujillo
José Antonio Hernández Guerrero

Tengo el convencimiento de que la vocación de este profesor universitario de Anatomía tiene su origen, más que en una llamada para explicar la configuración y el funcionamiento del cuerpo humano, en una firme decisión de descifrar la hondura de las vidas: de excavar para descubrir los misterios que encierran en sus entrañas y de narrar con claridad las claves que determinan el bienestar personal e, incluso, la convivencia familiar y social. Él parte de supuesto fundamental de que el equilibrio personal y la armonía colectiva dependen, en gran medida, de la comprensión de nuestro organismo, del trato que le dispensemos y, sobre todo, de la manera de relacionarnos con él. El conocimiento y la aceptación de nuestro cuerpo son, efectivamente, las sendas inevitables para hacer que emerja nuestro yo más auténtico.
Hemos de tener muy presente, además, que él, un admirador -por herencia familiar- de la belleza de los seres creados, y un convencido de que el cuerpo humano constituye el resumen de las demás obras bellas, no ha regateado esfuerzos para penetrar en el interior del organismo con el fin de identificar las raíces profundas de nuestros comportamientos. Por eso reivindica, de manera permanente, la importancia capital de su estudio riguroso y de su correcto cuidado mediante una alimentación equilibrada y grata a todos los sentidos, como la condición indispensable para mantener la salud, para diagnosticar las dolencias y para prescribir los adecuados tratamientos.
Sólo a partir de estos presupuestos podemos comprender y valorar los diferentes rasgos que dibujan la personalidad de este gaditano extrovertido, despierto y atento, que posee una notable habilidad para conectar con las gentes y una singular destreza para entablar relaciones sociales. Impulsado por un afán enciclopédico y dotado de un espíritu conciliador, es, sobre todo, un cultivador de la amistad. Aunque evita en todo momento caer en quimeras, es un hombre lúcido que conjuga la imaginación y el sentido común con el fin de comprender y de vivir la vida de aquí y de ahora.
Curro es un médico dotado de singulares cualidades y de inmejorables condiciones para interpretar el sentido del dolor y del sufrimiento, del goce y del bienestar, del progreso y de la tradición, del cuerpo y del espíritu, de la ciencia y del arte, del lenguaje y del pensamiento, del amor y del desamor, de los temores y de las esperanzas, de la vida y la muerte. Más de una vez me ha comentado que las palabras alcanzan “efectos terapéuticos” cuando el profesional, antes de prescribir, escucha, mira y atiende al enfermo para lograr penetrar en el fondo íntimo de cada una de las dolencias. Él parte del supuesto de que los pacientes también participamos en la evolución de nuestras enfermedades. Con sus observaciones cargadas de chispa y de razón, este profesor de la Facultad de Medicina nos demuestra que es, al mismo tiempo, un ocurrente y reflexivo, inteligente e ingenioso conversador, un contador de deliciosas historias que se esfuerza, de manera permanente, por disfrutar del momento presente, depurando el pasado de rencores y de odios, e imaginando un futuro siempre esperanzador.

No hay comentarios: