sábado, 21 de junio de 2008

Francisco Melero Lora



Francisco Melero Mora
José Antonio Hernández Guerrero

Francisco Melero, Inspector de Enseñanza y Profesor de Instituto, es un filólogo que, de manera permanente, se nutre de las sustancias más sabrosas de la sabiduría clásica. Lo hace, desde su niñez, movido por su irrenunciable voluntad de orientar sus pasos y de encaminar a sus alumnos por las sendas seguras que conducen a las altas cumbres del pensamiento filosófico y a las placenteras praderas de las manifestaciones artísticas. Él está convencido de que, en gran medida, nos siguen gobernando las imágenes, las construcciones simbólicas, los mitos y las leyendas de un pasado que está impreso en nuestra sensibilidad, casi de la misma manera que la información genética.
A Paco le intriga la memoria y, por eso, recuerda con entusiasmo y con devoción aquellas primeras clases de latín que recibió cuando aún era un adolescente. Pero es que, además, se entretiene y, agradecido, se complace en evocar aquellos episodios aparentemente insignificantes que le recuperan un clima de momentos intensamente vividos. Posee especial habilidad para revivir esos sonidos mágicos y esos ritmos elementales que configuraban una atmósfera de sincera cordialidad y de limpia alegría.
Por eso le gusta tanto recordar el pasado y, en la medida de lo posible, volver a vivirlos: porque -como en alguna ocasión le he escuchado- le permite viajar en el tiempo liberándose de los límites espaciales y temporales. Hombre profundamente sentimental y juguetón, disfruta yendo y viniendo, sin someterse a las ataduras convencionales y descubriendo unas dimensiones nuevas y unos significados diferentes en aquellos ingenuos episodios de su adolescencia y de su juventud.
Si profesionalmente lee y relee, analiza y explica las obras clásicas, dedica su tiempo de ocio en elaborar textos y en componer melodías populares con los que expresa la manera en la que el pueblo -su pueblo de San Fernando- se sitúa en este mundo, la forma en la que reacciona ante la vida, ante el tiempo y ante la adversidades de la existencia cotidiana. Paco -poeta y músico culto- elabora sus composiciones a partir de las percepciones que logra gracias a su proximidad física y emocional con los alumnos y con los profesores, pero, sobre todo, merced a su singular habilidad para sintonizar con la forma de sentir -sensorial y sentimentalmente- de su gente: de la gente sencilla.
Tengo la impresión de que, precisamente, por su detallado conocimiento la lírica clásica, está convencido de que, aunque las melodías puedan ser diferentes, es necesario que, en el dis-curso de nuestras vidas, respetemos el ritmo de los sucesos con el fin de ordenar el caos, de administrar las fuerzas, de economizar el tiempo y de racionalizar la vida. La tarea, efectivamente, consiste en descubrir el propio ritmo y en acompasarlo con los de los demás. La gran empresa de la vida humana -querido Paco- consiste en ser fieles a las melodías y a los ritmos propios, y, en la medida de lo posible, en lograr la armonía del coro familiar y social.

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