sábado, 21 de junio de 2008

Juan Jiménez Mata


Juan Jiménez Mata
José Antonio Hernández Guerrero

Si seguimos con atención la trayectoria biográfica de este arquitecto gaditano, podremos descubrir la íntima relación que guarda su peculiar concepción de la arquitectura con las Ciencias Humanas y, sobre todo, con la Estética, con la Ética y con la Política. Simplificando mucho, podríamos afirmar que, según él, la Arquitectura es la ciencia y el arte de construir espacios integralmente humanos, y, más concretamente, la tarea de crear unos escenarios confortables en los que cada individuo se sienta bien consigo mismo, con su familia y con los demás miembros de la sociedad.
Como todos sabemos, los lugares físicos influyen de manera notable en nuestros espacios interiores. Favorecen nuestro bienestar y hacen posible y, a veces grato, el descanso y la tranquilidad personal, la armonía y la unión familiar, la convivencia y la solidaridad social. Me he fijado en la manera tan intensa en la que este hombre, un intelectual en el más estricto sentido de la palabra, analiza los problemas que le plantean los diseños de los planos, y en su forma tan rigurosa de investigar con el fin de encontrar nuevas técnicas de la construcción y en su manera de indagar en los fundamentos científicos de las fórmulas antiguas y modernas.
Juan Jiménez Mata, estudioso de la Historia de las Bellas Artes, no sólo posee una exquisita sensibilidad para decorar edificios, sino también exhibe una especial capacidad creativa -y una delicada habilidad poética- para lograr que sus creaciones rimen con nuestro entorno y, sobre todo, para que conjuguen con nuestro ambiente cultural, con nuestra concepción de la vida. Él sabe muy bien que los edificios y las viviendas, además de su función protectora constituyen unos lenguajes simbólicos, y que la arquitectura, por lo tanto, ha de contribuir a la satisfacción integra de nuestras necesidades tanto materiales como espirituales.
Pero, en esta ocasión, pretendo subrayar, sobre todo, su concepción ética, social y política de esa profesión que le hace pensar y soñar, y a la que ha entregado sus esfuerzos. Su decisión de ser arquitecto está determinada, a mi juicio, por la convicción de que la organización de los espacios y la delimitación de los territorios crean una atmósfera que ayuda para que la vida sea más vivible, más razonable y, también, más amable. Me llama la atención su fidelidad al compromiso con los valores supremos del progreso realmente humanista y humanizador, su irrenunciable lealtad a los principios éticos y sociales que orientan el avance hacia la libertad, la justicia, la igualdad y la prosperidad de todos.
Y es que, Juan, reflexivo y apasionado, con lucidez y con entusiasmo, con imaginación y con disciplina, persigue a través de su vida personal -de su pensamiento, de su lenguaje y de sus trabajos- la construcción de una ciudad, sencillamente más humana, en la que desaparezcan o, al menos disminuyan, las desigualdades y las contradicciones ente los intereses personales y el bien común.




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