José Luis Guijarro
José Antonio Hernández Guerrero
Les confieso que soy un adicto a los textos que escribe este pensador sencillo que, desinhibido, se ha propuesto hablar de la vida y vivirla, prescindiendo de las convenciones que, de manera “progresiva”, cada vez nos coartan más la libertad. Lo leo y lo escucho para aprender y para profundizar en la hondura de unas ideas que, alejadas de la autocomplacencia, a mi juicio están escritas sin afán de adoctrinamiento, y que son unas llamadas perentorias a la reflexión y unos estimulantes revulsivos que orientan los análisis críticos de la vida: de la vida de aquí y de ahora, de él y de nosotros.
Sigo con atención -y con devoción- esas agudas especulaciones que nos despiertan a los que, algo narcotizados en este mundo estandarizado, casi nada nos sorprende. Su discurso, a veces, nos resulta extravagante precisamente por su claridad, por su precisión y por su aplastante lógica.
José Luis, como todos sabemos, es un especialista en las lenguas modernas. Pero nos equivocaríamos, sin embargo, si tan sólo viésemos en él un lingüista obsesionado con el funcionamiento de la fonética, de la gramática o de la semántica. El estudio del inglés o del francés, por ejemplo, le sirve de senda por la que penetra en los comportamientos humanos: en sus raíces antropológicas, en sus manifestaciones sociológicas y en sus repercusiones psicológicas. Me llama la atención la facilidad con la que profundiza en los sonidos y en las imágenes para llegar a los pliegues más íntimos de las sensaciones, de las emociones y de las ideas. Me he fijado, por ejemplo, en su habilidad para evitar las ambigüedades, las definiciones vaporosas y los cúrsiles arabescos de algunos intelectuales, pero, sobre todo, en su decidida voluntad de superar las interpretaciones consabidas y las etiquetas tópicas.
Aunque es cierto que está permanentemente atento a las últimas teorías de la lingüística y del conocimiento, también es verdad que la preferencia de sus preocupaciones están en la vida: él pone el énfasis, sobre todo, en los latidos íntimos que, en su cuerpo y en su espíritu, despiertan los sucesos cotidianos. Su formulaciones son herramientas sumamente útiles para desmenuzar la vida y para indagar en los condicionamientos sociales, ideológicos e, incluso, geográficos que, a veces, nos impiden ver la realidad.
José Luis Guijarro es un intelectual que nutre su discurso mediante la discusión de las ideas tópicas que aparecen como si fueran originales revelaciones e, incluso, a través del examen minucioso de sus propios conceptos interrogados e interrogantes: mediante la crítica y, sobre todo, mediante la autocrítica.
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