Lorenzo del Río
José Antonio Hernández Guerrero
Lorenzo del Río es un docto magistrado y, al mismo tiempo, un ciudadano culto, crítico, comprometido y tolerante. Conversador respetuoso, está dotado de la difícil destreza de administrar las palabras y los silencios. Es un profesional del derecho que, pertrechado de una rigurosa preparación jurídica y de una exquisita sensibilidad humana, se esfuerza de manera permanente, por conocer en profundidad este complejo mundo en el que ejerce la delicada tarea de juzgar los comportamientos humanos y la difícil misión de impartir justicia. Desde atalaya de la Presidencia de la Audiencia Provincial, contempla la circulación de los conciudadanos que, vertiginosamente, recorren las estrictas sendas marcadas por las normas jurídicas que ordenan la convivencia y que hacen posible la paz y la solidaridad.
Es un hombre serio y cordial que, curtido en mil batallas, ha dirigido con acierto y con firmeza importantes cometidos y, alentado por un recto sentido del rigor, observa con atención y con respeto las diferentes reacciones de los seres humanos. Con su mirada lúcida y de largo alcance, recuerda el pasado con afecto y con gratitud, vislumbra el futuro con fe y con esperanza, y contempla el presente con realismo y con inquietud.
Habituado a sopesar asuntos arduos y a calibrar cuestiones delicadas, defiende con fuerza y explica con claridad su firme convicción de que, para que la sociedad progrese, es urgente que los diferentes poderes pongan los medios para que los ciudadanos sintamos la obligación de gestionar, con libertad y con racionalidad, los conocimientos, los bienes, las fuerzas e, incluso, las emociones. Ignoramos si esa sabiduría para matizar los diferentes enfoques de los problemas complejos y ese tino para acertar con los aspectos esenciales de los comportamientos humanos son los resultados de la conjunción armoniosa de unas dotes naturales, la manifestación directa de unas cualidades heredadas o los frutos maduros de un dilatado proceso de disciplina y de aprendizaje profesional.
Pensamos, sin embargo, que, a la hora de interpretar sus actitudes, deberíamos recordar que los romanos definían al jurista como el “hombre bueno, perito en proclamar lo que es derecho”: el ciudadano que posee la habilidad -y el poder- de interpretar y de aplicar las leyes justas. En una y en otra definición homo bonus significa hombre prudente ya que, como es sabido, el juez es el que ejerce la “juris-prudencia”.
Lorenzo es, además, un hombre minucioso y detallista que, dotado de un exquisito tacto y de una delicada sensibilidad, posee, sobre todo, un estricto sentido de la realidad y una sorprendente capacidad para modular sus intervenciones, para conjugar la firmeza de sus principios con un espíritu siempre abierto al diálogo y a los nuevos planteamientos. Reconozcamos que, en última instancia, son las actitudes y los gestos humanos los que imprimen las huellas biográficas más profundas y los que dejan los rastros personales más permanentes. Estas marcas vitales, que reflejan los valores más auténticos, son las únicas señales que el tiempo respeta y que el olvido no es capaz de borrar.
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