sábado, 21 de junio de 2008

María del Rosario Moya


María del Rosario Moya
José Antonio Hernández Guerrero

Si es cierto que estos elementales dibujos con los que representamos a seres humanos son inevitablemente incompletos y, como consecuencia, a veces pueden parecernos injustos, los perfiles de las mujeres nos resultan especialmente arriesgados, debido a la elevada cantidad de rasgos -todos ellos ineludibles- con los que, frecuentemente, están adornadas, y a la amplia variedad de tareas -todas ellas importantes- que muchas realizan. Éste es el caso de María del Rosario Moya, mujer tenaz y sensible, quien, además de esposa, madre y abuela, es profesora e investigadora.
Lo primero que siempre me sorprendió de ella es su amplia capacidad para, al mismo tiempo, estar pendiente de múltiples -y, en apariencia opuestas- ocupaciones, como, por ejemplo, las labores domésticas, las tareas escolares de los hijos, las entregas de los resultados de los análisis clínicos del marido, las clases de inglés y hasta los detalles de las reuniones con los amigos.
Recuerden que ella culminó la carrera de Filosofía y Letras sin descuidar ninguno de sus quehaceres familiares, y que elaboró la tesis doctoral sobre la obra de Fernando Quiñones, al mismo tiempo que atendía las clases de inglés en el Instituto Columela. En la actualidad, a veces la vemos paseando a sus nietos por la calle Ancha. Pero, en mi opinión, lo más llamativo de esta mujer sencilla -además de esos irreprimibles deseos de seguir aprendiendo para seguir viviendo- es su singular sensibilidad para escuchar las demandas de ayuda de los que la rodean y la generosidad con la que ofrece su auxilio. A veces recibimos la impresión de que se ha impuesto la obligación de luchar por lograr la felicidad posible proporcionando el bienestar a los demás.
Mari es, además, una mujer que ha decidido ocupar un discreto lugar y que no comprende a aquellos que gastan tiempo, energías e, incluso, dinero, para satisfacer sus ansias de reconocimiento y sus necesidades de honras y de honores: prefiere saborear los alicientes de las experiencias íntimas y concentrarse en las tareas interiores de su espíritu, en los quehaceres familiares y en las faenas de su hogar. Modesta, paciente, abnegada y fiel aliada de las oportunidades diversas que le proporciona cada tiempo, es consciente de que, con su vida -con su naturalidad, con su simpatía, con su alegría y con su laboriosidad-, prolonga las existencias de los miembros de su familia y continúa la historia de sus mayores.
Impulsada, sobre todo, por una profunda devoción familiar, ella, que es inquieta, está permanentemente ilusionada, y manifiesta unas insaciables ganas de vivir, unos deseos irreprimibles de disfrutar soñando con ese tiempo nuevo que, en compañía de su esposo Germán, de sus hijos y de sus nietos, todavía le resta por recorrer: fuerza y espíritu le sobran para surcar la larga y la apasionante travesía que, todos juntos, aún tienen que navegar.

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