Antonio Murciano González
José Antonio Hernández Guerrero
La predilección de este poeta de Arcos por su pueblo y por sus gentes explica, en cierta medida, su acercamiento respetuoso y entusiasta al flamenco y a los cantaores. Como ha explicado María del Carmen García Tejera refiriéndose a su obra Andalucía a compás, su poesía es una historia poética -o mejor, poetizada- de nuestra más genuina manifestación artística y una respuesta de su especial sensibilidad a la llamada de sus más profundas raíces.
Por eso podemos considerarlo como un genuino "porta voz", portador de esa voz colectiva de todos los que nos llamamos y sentimos andaluces. Con su amplia, variada, densa y rica obra -con su abundante caudal de poemas y de coplas, largamente gestado- Antonio Murciano entronca con la línea neopopular de algunos poetas del 27 -especialmente García Lorca y Alberti- y con la tradición andaluza, cultivadora de la copla flamenca, representada por Manuel Machado.
En nuestra opinión, el valor supremo de su producción estriba en la hondura de sus múltiples emociones, en la variedad de los procedimientos estilísticos que emplea y, sobre todo, en la diversidad de los matices cromáticos, tanto pictóricos como musicales, que utiliza. Si, por ejemplo, se refiere al fondo doloroso del cante por martinete, no sólo canta la pena, la soledad, el desgarro, el dolor, el olvido, la suciedad y el frío en medio de un mundo distraído, divertido y rico, sino que lo hace empleando un lenguaje sobrio, escueto y elemental.
Pero es que, además, hemos de destacar los diferentes usos lingüísticos y los múltiples procedimientos que emplea para lograr efectos artísticos: decorativos, sorpresivos, expresivos y comunicativos. De manera esquemática afirmamos que su poesía se distingue por la musicalidad fónica, por la expresividad gramatical, por la riqueza léxica y, sobre todo, por el culto casi religioso a la imagen.
Si analizamos detenidamente sus composiciones, llegamos a la conclusión de que el empleo de los procedimientos expresivos pone de manifiesto el mimo con el que cuida la musicalidad de sus versos. Nos llama la atención, sobre todo, su habilidad para lograr unas melodías que se caracterizan, en la mayoría de los casos, por sus suaves y armoniosos trazos rítmicos dotados de vibraciones refinadas como elemento estilístico fundamental. Mediante un hábil juego de reiteraciones, de construcciones paralelas y de adjetivaciones, Antonio Murciano logra crear un clima variado en tonos cromáticos, y diverso en gradaciones sentimentales. No podemos olvidar, sin embargo que su poesía intensamente meridional se caracteriza, además. por una riqueza léxica, tan hábilmente “encauzada” que luce, más que por el lujo, por su elegancia. Este rasgo se manifiesta también en el culto que profesa a la imagen visual y plástica, en esa sensualidad expresiva que se expresan con todos los sentidos y que, en consecuencia, nosotros hemos de leer también con todos los sentidos. Fíjense cómo la voz humana, portadora de palabras, es -en la mente y en la pluma de Antonio Murciano- el soporte de unos mensajes que trascienden los límites de sus significados semánticos y transmiten, con sus armoniosas melodías, unas polivalentes sensaciones y unos intensos sentimientos, análogos a los que proporcionan los elementos más expresivos del paisaje.
José Antonio Hernández Guerrero
La predilección de este poeta de Arcos por su pueblo y por sus gentes explica, en cierta medida, su acercamiento respetuoso y entusiasta al flamenco y a los cantaores. Como ha explicado María del Carmen García Tejera refiriéndose a su obra Andalucía a compás, su poesía es una historia poética -o mejor, poetizada- de nuestra más genuina manifestación artística y una respuesta de su especial sensibilidad a la llamada de sus más profundas raíces.
Por eso podemos considerarlo como un genuino "porta voz", portador de esa voz colectiva de todos los que nos llamamos y sentimos andaluces. Con su amplia, variada, densa y rica obra -con su abundante caudal de poemas y de coplas, largamente gestado- Antonio Murciano entronca con la línea neopopular de algunos poetas del 27 -especialmente García Lorca y Alberti- y con la tradición andaluza, cultivadora de la copla flamenca, representada por Manuel Machado.
En nuestra opinión, el valor supremo de su producción estriba en la hondura de sus múltiples emociones, en la variedad de los procedimientos estilísticos que emplea y, sobre todo, en la diversidad de los matices cromáticos, tanto pictóricos como musicales, que utiliza. Si, por ejemplo, se refiere al fondo doloroso del cante por martinete, no sólo canta la pena, la soledad, el desgarro, el dolor, el olvido, la suciedad y el frío en medio de un mundo distraído, divertido y rico, sino que lo hace empleando un lenguaje sobrio, escueto y elemental.
Pero es que, además, hemos de destacar los diferentes usos lingüísticos y los múltiples procedimientos que emplea para lograr efectos artísticos: decorativos, sorpresivos, expresivos y comunicativos. De manera esquemática afirmamos que su poesía se distingue por la musicalidad fónica, por la expresividad gramatical, por la riqueza léxica y, sobre todo, por el culto casi religioso a la imagen.
Si analizamos detenidamente sus composiciones, llegamos a la conclusión de que el empleo de los procedimientos expresivos pone de manifiesto el mimo con el que cuida la musicalidad de sus versos. Nos llama la atención, sobre todo, su habilidad para lograr unas melodías que se caracterizan, en la mayoría de los casos, por sus suaves y armoniosos trazos rítmicos dotados de vibraciones refinadas como elemento estilístico fundamental. Mediante un hábil juego de reiteraciones, de construcciones paralelas y de adjetivaciones, Antonio Murciano logra crear un clima variado en tonos cromáticos, y diverso en gradaciones sentimentales. No podemos olvidar, sin embargo que su poesía intensamente meridional se caracteriza, además. por una riqueza léxica, tan hábilmente “encauzada” que luce, más que por el lujo, por su elegancia. Este rasgo se manifiesta también en el culto que profesa a la imagen visual y plástica, en esa sensualidad expresiva que se expresan con todos los sentidos y que, en consecuencia, nosotros hemos de leer también con todos los sentidos. Fíjense cómo la voz humana, portadora de palabras, es -en la mente y en la pluma de Antonio Murciano- el soporte de unos mensajes que trascienden los límites de sus significados semánticos y transmiten, con sus armoniosas melodías, unas polivalentes sensaciones y unos intensos sentimientos, análogos a los que proporcionan los elementos más expresivos del paisaje.
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