sábado, 21 de junio de 2008

Ramón Porras

Ramón Porras
José Antonio Hernández Guerrero

Aunque es cierto que Ramón Porras ya no tiene edad para, por ejemplo, jugar de extremo izquierda en el Cádiz C. F., también es verdad que aún conserva fuerzas sobradas y lucidez suficiente para seguir iluminando a los que, tras sentir una verdadera vocación de servicio, han optado por formase como educadores, como testigos cualificados del crecimiento humano de los adolescentes y de los jóvenes. Él, sin embargo, ha decidido jubilarse como profesor universitario. Nosotros estamos convencidos de que, a pesar de que se aleje físicamente de las aulas académicas, seguirá trabajando, disfrutando y enseñándonos a los compañeros y alumnos las sendas convergentes que hemos de seguir para crecer humanamente y para lograr un mundo más justo y más solidario.
Hombre vital y audaz, cargado de fuerzas morales e intelectualmente libre en el sentido más amplio del término, no sólo no ha mostrado nunca el menor atisbo de temor para adelantarse a las ideas de su tiempo, sino que, a veces, nos da la impresión de que le atrae el riesgo que supone desbrozar los terrenos para abrir nuevas vías de pensamiento y de acción: de pensamiento libre y de acción solidaria. No es extraño que manifieste cierto placer cuando, sin rehuir nunca las críticas de los demás, se abisma, más allá de lo común en teorías novedosas, y cuando, sin recurrir a tapujos o a convencionalismos trasnochados, se empeña en profundizar en planteamientos inéditos.
En mi opinión, uno de los rasgos más característicos de este conversador y polemista agudo es esa facultad –no sé si innata o adquirida- de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias más remotas e insospechadas. Estoy convencido, además, de que esta singular destreza no la ejerce por iluminación, sino que, tras masticar y digerir múltiples informaciones, se entrega, ardua y tenazmente, al raciocinio personal y al debate dialéctico, a la investigación rigurosa y a la transformación social.
Ahí se encuentra, a mi juicio, la fuente fecunda de su formación profesional y de su inquietud política en el sentido más profundamente aristotélico. Y es que Ramón, íntegro e innovador, ingenioso y crítico con las posturas blandas y acomodaticias, orienta, fundamenta y acredita sus proyectos innovadores, con su manera digna de enfrentarse al trabajo, a la vida -a la suya, a las de los suyos y a las de los demás- sino que, además los acredita con su audacia inventiva y con su genio capaz de encontrar soluciones ingeniosas y, sobre todo, con su inmensa capacidad de empatía hacia los que manifiestan algún sufrimiento. Querido amigo, aunque tú hayas decidido jubilarte, nosotros, tus colegas, estamos convencidos de que seguiremos contando con tu presencia cordial y reconfortante, con tus ideas valiosas y valientes, y con tus palabras justas y precisas. Un abrazo.



anticipaba los cambios, casi los intuía, y sabía contarlos bien Trabajó por los jóvenes, pegado y cómplice de los movimientos asociativos. Nos ha dado profundas lecciones de humanidad y cariño. Hizo política con la gente y no para la gente.

Una.
Íntegro e innovador..
Su capacidad de compromiso con los retos que plantea su misión, sus tareas
Encontrar y armonizar las mejores soluciones de acuerdo con los principios



Fue un gran capaz de agotar al interlocutor más sólido. No era un ideólogo, aunque sus ideas eran respetadas por todos. No le guiaba su irreprimible vocación de pensador que vibraba ante los acontecimientos.




después de una larga y perseverante trayectoria
Una personalidad de referencia
estridencias

un maestro, un clásico, un hombre que no ha dejado de trabajar y, sobre todo, de disfrutar de la ciencia, del arte, de la familia.

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