sábado, 21 de junio de 2008

Carlos Murciano

Carlos Murciano González

En la amplia y diversa obra literaria de Carlos Murciano me sorprende, sobre todo, su habilidad para armonizar unos temas, lenguajes, procedimientos, estilos y ritmos que, en la teoría literaria, se presentan alejados entre sí y, en ocasiones, como contradictorios. Este escritor, nacido en Arcos de la Frontera, es poeta y prosista, musicólogo y crítico de arte, conferenciante y analista literario, autor de novelas cortas y de cuentos, y ha traducido obras poéticas escritas en catalán, inglés y alemán. Pero me llama aún más la atención su destreza para conjugar su audacia inventiva con su devoción por los modelos clásicos.
Como él mismo afirma, su permanente crecimiento como poeta es el resultado de una vocación original y de un tenaz esfuerzo. La poesía, efectivamente, igual que las demás manifestaciones artísticas, nace de una intuición, de una chispa germinal, pero, si pretendemos que crezca su tallo y que maduren sus frutos, es necesario que la cultivemos con esmero y que la alimentemos con disciplina. Por eso él sueña y piensa, imagina y trabaja, escribe y lee: la literatura es una pasión y un oficio.
Sus cuentos están dirigidos a los niños, pero no sólo a los menores de edad sino también a esos seres que, disimulados bajo las apariencias engañosas de la solemnidad, de la suficiencia y de la pedantería, llevamos todos en ese fondo secreto de nuestra intimidad. Por eso, si escarbamos bajo la amena capa de las deliciosas anécdotas, encontramos estimulantes mensajes éticos que, por su hondura e intensidad, nos empujan a la reflexión y a la autocrítica.
Su producción lírica -plena de misterio y, al mismo tiempo de luz- nos llama la atención por la sobriedad clásica compatible con la riqueza de procedimientos innovadores. Sus poemas, con sus formas tan estrictamente medidas, encierran una ilimitada variedad de matices y, sobre todo, una singular diversidad de procedimientos expresivos: su compromiso con la tradición más depurada en manera alguna le ha restado libertad para crear una obra plenamente original en la que canta el amor, la nostalgia, el paso del tiempo y las bellezas artísticas y naturales. Dotado de una mente aguda y clara, Carlos Murciano bucea de manera permanente para encontrar ideas nuevas o renovadas y palabras bellas o embellecidas, pero es que, además, todos su versos están dotados de una singular luminosidad, de esa luz matizada que se logra gracias al trato respetuoso y cordial con los clásicos.
En el fondo de su espíritu late, como es sabido, su densa formación estética y literaria. No es extraño, por lo tanto, que, manteniendo siempre la devoción por los valores clásicos, haya mantenido al mismo tiempo la profunda pasión por la libertad creadora. Pero si tuviéramos que elegir un solo rasgo de su personalidad poética, nos decidiríamos por su amor incondicional a la palabra. Fíjense cómo, a lo largo de toda su trayectoria literaria, manteniéndose al margen de las modas pasajeras y luchando contra las rutinas, ha demostrado ser un incansable explorador de las posibilidades expresivas.

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