sábado, 21 de junio de 2008

Manuel Moreno Puppo



Manuel Moreno Puppo
José Antonio Hernández Guerrero

Las actitudes y los comportamientos de este profesor universitario de Historia del Arte constituyen, a mi juicio, la plasmación de un principio que, en estos momentos de exaltación de vana ostentación, de agresiva rivalidad y de imparable agitación, la discreción, el sosiego y la armonía son unos valores mucho más rentables si los consideramos desde una perspectiva humana y desde una óptica humanista.
Su formación estética y, quizás, su talante sosegado, explican esa forma tan característica de contemplar, de interpretar y de vivir la vida. Ahí reside, en mi opinión, la clave de la habilidad con la que ha sabido conjugar y jerarquizar las tareas profesionales y la dedicación familiar. Estoy convencido de que su arte para administrar los tiempos está determinado por su fina sensibilidad y, sobre todo, por la exquisita conciencia que posee de los diferentes ritmos y de los distintos ciclos de la historia y, sobre todo, de las diversas etapas de las biografías humanas.
Tengo la impresión de que Manolo, desde muy pequeño -como hace cuando nos explica los significados artísticos de los cuadros de, por ejemplo, Velásquez- se ha ejercitado de manera permanente en el arte de acercarse y de alejarse de las controversias políticas, de los acontecimientos sociales e, incluso, de las rivalidades profesionales. No es, ni mucho menos que no le interesen los problemas de su tiempo y de su espacio, sino que los observa con detenimiento y los examina con precaución: con el detenimiento del crítico de arte y con la precaución del ciudadano responsable.
Pero los que lo conocemos y lo tratamos de cerca, sabemos que esa distancia a la hora de analizar la vida, no es, ni mucho menos, una postura fría, ni una pose displicente, sino, por el contrario, una actitud noble y delicada, alejada tanto de la frívola superficialidad como de la engañosa solemnidad. Manolo es, no lo olvidemos, un hombre cordial, amable y servicial que, permanentemente atento a los problemas de los compañeros, convecinos y familiares, se esfuerza por comprenderlos y, en la medida de sus posibilidades, acompañarlos y ayudarles.
Aunque, para hablar de Manuel Moreno Puppo, hemos de aludir ineludiblemente a su inquietud artística, a su curiosidad científica, a sus estudios rigurosos, a sus agudas reflexiones intelectuales y a las múltiples actividades docentes y de gestión que ha desplegado en nuestra Universidad durante más de treinta años, en esta ocasión, he preferido referirme a su calidad humana cimentada en su peculiar filosofía de la vida y, de manera especial, en su valoración positiva de la sencillez, en su adaptabilidad permanente al entorno cambiante, en su manera cordial para sanear la convivencia, en su deseo de hacer las cosas bien y en su disposición de colaborar con todos los que -alejándose de las mezquinas camarillas- buscan el bienestar y se alimentan disfrutando de la belleza y de la bondad.

1 comentario:

Guillermo Álvarez de Toledo Pineda dijo...

rablesarManolo Moreno Puppo es , sí señor , una persona admirable. No lo digo por ser gran amigo de él , sino porque así es. No hay duda