Francisca Fuentes Rodríguez
José Antonio Hernández Guerrero
Los compañeros que seguimos de cerca la trayectoria profesional de Francisca Fuentes Rodríguez coincidimos en que es una mujer activa y entusiasta, un ser singular que, presidido por la lucidez y por la agudeza, cuestiona aquellos comportamientos rutinarios que la inercia de los usos sociales pretende hacernos pasar por naturales y por apropiados a la condición femenina. Ella, que está decidida a vivir su vida de una manera plena, es consciente de que vivir es aprovechar una oportunidad única y una aventura personal dirigida hacia el descubrimiento de un mundo más humano, más justo y más grato.
Inquieta, emprendedora e impaciente, con su mirada limpia y directa, nos proyecta sus certeras reflexiones y nos formula sus múltiples propuestas, que están elaboradas siempre tras análisis minuciosos, desde una crítica incisiva y desde una serena autocrítica. Alentada por el rigor, por el trabajo y por la exigencia como requisitos esenciales de su función de Decana, ella dirige la Facultad más joven de nuestra Universidad, imparte sus clases de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, investiga conflictos y negociaciones colectivas, atiende a su familia, cuida y educa a sus hijos, enfrentándose a los problemas con realismo y apoyándose en un permanente diálogo con todos sus colaboradores. Con su sencillez, con su sentido práctico y ayudada por un conjuntado equipo de compañeras, nos proporciona una imagen de universitaria comprometida con nuestro espacio y con nuestro tiempo.
Para interpretar y para valorar el significado profundo de sus eficaces gestiones, es indispensable que nos acerquemos, que captemos la intensa palpitación humana y que descifremos las diferentes emociones que la impulsan y las profundas convicciones que la alimentan. Intrépida, obstinada, creativa y, sobre todo, libre, es una mujer de raza que, sin hacer publicidad, está en posesión de toneladas de sentido ético y social. Pienso, además, que esta mujer valiente, que llama a las cosas por su nombre, que se propone retos ambiciosos y que, cada mañana, inicia tareas complicadas, es, a veces, un poco dictadora consigo misma.
Impulsada por su propia vocación, abre los ojos, observa con atención todo lo que le rodea, mira el futuro con confianza y sonríe porque piensa que personas de las que recibe las energías, la respetan y la quieren. Mujer sencilla y trabajadora incansable, está dotada de esa sabiduría que tan estimulante y tan refrescante les resulta a los que colaboran con ella. No acepta imposiciones y no comprende a las gentes que, abandonándose a las bagatelas de la comodidad, renuncian a luchar para crear unas circunstancias más humanas que nos permitan vivir y convivir, dialogar y colaborar, y, en resumen, sentir el amor y difundir la amistad con respeto, con libertad y con dignidad. Paca es una permanente y cordial invitación para que nos decidamos a pensar, a imaginar y a trabajar.
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