sábado, 21 de junio de 2008

María Jesús Sanz


María Jesús Sanz
José Antonio Hernández Guerrero

La obra de la profesora María Jesús Sanz, Catedrática de Historia del Arte e Investigadora de las artes suntuarias es imprescindible para el conocimiento, para la interpretación y para la valoración de los tesoros contenidos en los templos andaluces y, en especial, en nuestra Catedral gaditana. Lean, por ejemplo, el detallado y agudo estudio sobre la integración de estilos en la Custodia de la Catedral de Cádiz cincelada por el platero Antonio Suárez (1657-1670). De ella me sorprende, en especial, la atención que presta a sus alumnos y la mesura con la que esta mujer profundamente coherente, exhibe los resultados de sus múltiples y valiosos trabajos de investigación.
Dotada de una notable sensibilidad y de una inagotable capacidad de trabajo, prefiere estar detrás de las bambalinas iluminando con su mirada aguda y juvenil los detalles más significativos y los recovecos más complicados de las creaciones artísticas. En más de una ocasión me ha comentado su extrañeza por el tiempo desproporcionado y las energías excesivas que algunos intelectuales gastan para satisfacer sus ansias de reconocimiento y sus necesidades de honras y de honores. “Las pompas -dice ella- todas son vanas”.
María Jesús siempre se marcó unos altos niveles de autoexigencia en el rigor de sus propuestas y de transparencia en sus múltiples gestiones; siempre fue sensible a los seres frágiles. Firmemente asentada en sus profundas convicciones, es un ser esperanzado que aspira a consolidar el presente y a mejorar el futuro: ella está decidida a seguir creciendo.
Su laboriosidad y su valentía contrastan con la petulancia, con la indolencia y con la debilidad de algunos otros que -engreídos- se valen de la vanidad, de la ignorancia o de la soledad de los demás para ganarse su confianza y para aprovecharse de su buena voluntad. María Jesús nos demuestra que la sencillez es una virtud de los seres humanos lúcidos que buscan realmente ayudar y servir a los demás. Por eso es tan elocuente la lección humana que nos dicta con su solidez moral, con su modestia personal, con su capacidad para conjugar la firmeza de sus principios con un espíritu siempre abierto al diálogo y a los nuevos planteamientos.
Permanentemente ilusionada, manifiesta unas insaciables ganas de vivir. Si su impronta modesta me permitiera hacer de ella un elogio con mayúsculas, destacaría la firmeza de sus principios éticos, la solidez de sus criterios de comportamiento y la consistencia de sus virtudes acrisoladas. Su rostro transparente nos habla de las dificultades vencidas, de los momentos tempestuosos superados con dignidad y de los problemas resueltos felizmente con el fin de mantener su dignidad y su intimidad intactas. María Jesús, impulsada por su profunda devoción familiar, pule las palabras para llevar la armonía y la ternura a esas tareas domésticas, cotidianas y rutinarias, para ganarle la jugada a cada día y a cada mes.

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