Pedro Castilla
Un ciudadano que nos ha desmonta la convicción de que, para elevar el nivel moral de los seres humanos y para favorecer la solidaridad social, es necesario encaramarse en las instituciones poderosas.
José Antonio Hernández Guerrero
La vida de este ingeniero prejubilado, luchador de la causa de los pobres y defensor de un mundo más justo, constituye para muchos de nosotros un sonoro aldabonazo que nos despierta de nuestra apática negligencia y que contrarresta, en gran medida, ese murmullo ensordecedor de los sinuosos ríos enfangados por la desidia, por la violencia y por la codicia. Hombre libre, laborioso, crítico y solidario, ha decidido entregar su vida, su tiempo y sus múltiples conocimientos para acercarse a la vida de los menos favorecidos y para transitar por las sendas que llevan a la construcción de un mundo más habitable. De esta manera, denuncia los sinsentidos de muchas de nuestras tareas habituales y proclama la importancia de los trabajos que conducen directamente a la médula de la vida humana.
Si con su comportamiento valiente nos ha mostrado su rechazo a las imposiciones de falsas jerarquías y su superación de trasnochados valores, con su trabajo y con su preocupación por los pobres, nos ha desmontado la convicción interesada, errónea y mendaz de que, para elevar el nivel moral de los seres humanos y para favorecer la solidaridad social, es necesario encaramarse en las instituciones que ostentan los poderes políticos, intelectuales, económicos o religiosos. Los taburetes, las sedes, las cátedras, los púlpitos, las poltronas o los tronos distancian físicamente y alejan moralmente; enfrían la mente y secan el corazón. La lectura del Evangelio constituye, a nuestro juicio, la fuente de la que él extrae la luz para fijar altas metas y las fuerzas para proseguir su marcha por rutas empinadas. Los lenguajes con los que él nos lanza su mensaje potente y nítido son su trabajo generoso y su coherente ética alejada de esas burdas trampas que muchos han inventado para vestir inútilmente el vacío existencia y para alimentar la insaciable vanidad humana.
Estamos convencido de que la claridad de su discurso estriba, precisamente, en su sencillez y en la simplicidad de su vida. El trabajo y el amor son, efectivamente, la única fe que nos hace crecer y nos enaltece como seres humanos. Con su testimonio de vida -que pone en peligro la supervivencia de otras creencias, convenciones, privilegios e intereses de clases y de instituciones- traza un modelo que nos ennoblece a las personas e, incluso, dignifica a la especie humana.
Pero, contemplado desde mi óptica peculiar, recibo la impresión de que el motor último de todas sus decisiones y la medida exacta de su extraordinaria talla humana es el amor. Ésta es, efectivamente, la única fe que nos hace crecer y nos enaltece como seres humanos. Hay que ver lo sencillo que les resulta a estos hombres de buena voluntad explicar con hechos las lecciones más elementales de la vida.
2 comentarios:
Muy Buenas;
Por casualidad he dado con esta página web donde he podido observar que se alude al Dr. Jesús Acosta Varo de una manera que percibo que es de reconocimiento a su labor.
Pues bien, para mi este señor no es más que un impresentable , cuya práctica médica dista mucho de ser admirable, al menos con mi experiencia, ya que poco más ha hecho en mi caso que colgar el télefono de forma mal educada, mandar cerrar la boca a pacientes y preocuparse bastante más por la jurisprudencia y temas varios que por la verdadera ayuda a una de sus enfermas.Eso si, despues de haber cobrado 50euros por mandar un medicamento sin realizar las comprobaciones oportunas ni antecedentes, dar recomendaciones sobre la asistencia a profesionales , según parece "amigos de el", no relacionados con la medicina y transmitir consejos pintorescos sobre su filosofia de vida que son mas parecidos a comentarios de tertulia de barrio que a los que se espera que de un profesional de la medicina.
Baso estas afirmaciones en el trato que ha tenido con pacientes pertenecientes a la tercera edad, concretamente mis padres , perdida de formas y maltrato verbal que propicia , acompañado todo esto de un afán de protagonismo y superioridad que a mi juicio nada tiene que ver con la práctica de un buen profesional.
En mi caso el "buen" Dr. no ha sido capaz ni de dar una contestación a la compatibilidad de un tratamiento (cipralex)que él mismo recetó a una paciente a la que acto seguido le dio la dirección de una psicologa conocida suya (100 euros entre los dos por dar los consejos que cualquier crio de 10 años daria a un entrañable abuelo)...compatibilidad con una planta medicinal como es el "hipérico" cuyo principio activo es la hipericina , muy usada en la disciplina médica que este hombre practica, aludiendo su desconocimiento sobre que era el hipérico,-"¿hipérico? ¿y eso que es ?"- exclamó.
Pues bién una vez dicho esto , agradecer sin más la atención prestada y la posibilidad que me prestan de dar a conocer hechos que pueden dar una idea bajo la óptica de una experiencia personal que ciertas personas en ocasiones no son lo que aparentan.
Comunicar que el post anterior va referido al Jesus Acosta Varo en este otro blog: http://perfilesgaditanos.blogspot.com/2008/06/jess-acosta-varo.html
Disculpen la filtración.
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