sábado, 21 de junio de 2008

Manuel Arcila

Manuel Arcila, un hombre exquisitamente normal
José Antonio Hernández Guerrero

Si preguntamos a cualquier miembro de nuestra comunidad universitaria sobre la figura del Decano de la Facultad de Filosofía y Letras, todos coincidirán en que es una persona normal. A nuestro juicio, esta caracterización, en apariencias tan simple, constituye el resumen de una amplia serie de rasgos profesionales, éticos y humanos, que son muy valiosos -imprescindibles- para conducir una compleja institución que, en estos momentos de su historia, atraviesa un mar que, en permanente movimiento, está sembrado de imprevistos escollos surgidos por esos inminentes cambios de titulaciones, de planes de estudio y de grados académicos que impone la convergencia europea.
La exquisita naturalidad de Manolo, fundamentada en su sencillez, en su serenidad, en su laboriosidad y en su permanente actitud de servicio, constituyen las claves de la seguridad con la que dirige la Facultad y el fundamento de la confianza que inspira a todos los que, con él, están empeñados en hacerla crecer.
Si a unos sorprende la permanente atención que presta a los más nimios vaivenes de esta nave tan voluminosa y tan complicada, otros se admiran por su continua actitud de escucha y por su abierta disposición para sopesar todas las propuestas. Yo estoy convencido, además, de que, en el fondo de esta facilidad para sopesar las más diversas aportaciones, late una consciente decisión de liderar unos proyectos en los que participen, de manera activa, todos los que integran la Facultad.
Es posible que esta facilidad animadora para afrontar la vida y que esta destreza conciliadora para enfrentarse con los problemas, estén propiciadas, además de por sus dotes naturales y por sus disciplinados hábitos, por los contenidos académicos de la asignatura que él profesa. Manolo como profesor de análisis geográfico regional es un cualificado estudioso de los vínculos que unen a los seres humanos y de las relaciones que se establecen con el medio en el que habitan: no hay la menor duda de que él sabe medir el suelo que pisa.
Su manera apacible de asumir los retos actuales y su conducta coherente con sus principios son aldabonazos que nos despiertan de nuestra apática negligencia y que contrarrestan ese murmullo ensordecedor de los sinuosos ríos embarrados, a veces, por la desidia, por la presunción y por la rivalidades. Con sus actitudes diáfanas, con su sencillo estilo de vida y con esa generosidad con la que pone a disposición de los demás su persona, su tiempo y sus talentos, nos define y nos resume el valioso servicio que los universitarios podemos ofrecer a la sociedad que nos sustenta.
El comportamiento del profesor Arcila -que es respetuoso sin afectación, educado sin empalago y servicial sin servilismo- constituye una amable invitación para que los demás respondamos con generosidad, con sencillez y con tesón a las demandas de los tiempos actuales.

No hay comentarios: