Pilar Paz Pasamar
Si aceptamos que la poesía es una clave para interpretar la vida de una manera más libre, más consciente, más intensa y más humana, comprenderemos mejor y valoraremos más justamente la obra que Pilar Paz Pasamar ha creado con su voz profunda, con su palabra penetrante y con sus luminosos versos. Esta mujer fuerte, luchadora y apasionada, que vio por primera vez la luz en Jerez de la Frontera y que se echó a volar por el firmamento de la creación literaria en Cádiz, concibe y vive la poesía como una senda directa para penetrar en el fondo de las emociones, como una sonda para captar las resonancias sentimentales y para sintonizar con los ecos íntimos de las “entrañas humanas” de todos los seres creados.
Dotada de una fina sensibilidad, es un ser exquisitamente acogedor, que emplea hábilmente la palabra para dibujar paisajes y objetos cotidianos como marcos o espejos en los que proyecta su propio espíritu y, sobre todo, como materiales con los que compone la imagen simbólica de los seres a los que ama. Pilar es una mujer fuerte, valiente y aguerrida, que cuenta historias bien vividas y que canta sucesos que ella ha convivido con los seres a los que sigue amando. Y es que su pasión por la Literatura es tan natural y tan fuerte en ella que difícilmente podemos imaginar su vida sin la lectura y sin la escritura. A nuestro juicio, el valor y la fuerza de sus textos radican en la verdad profunda que todos ellos encierran.
En la mayoría de sus composiciones se reflejan emociones controladas de ternura, de afecto, de nostalgia y, a veces, como es natural, de frustración. Y es que ella sabe que escribir es expresarse, descubrir el fondo íntimo del alma para buscar la comprensión, para alcanzar la paz, porque, efectivamente, el poeta es el ser privilegiado que lanza la última, la irreprimible, la definitiva palabra para, al menos, desahogarse. Pero, en mi opinión, mal interpretaríamos sus textos si no identificamos las raíces profundas que los alimentan: su convicción de que la vida humana se ensancha por medio de la unión y de la comunión. Fíjense cómo denuncia la miseria, el sufrimiento, la degradación física y moral, las enfermedades personales como exponentes, como ecos sintomáti¬cos de epidemias colectivas, y cómo defiende que las terapias deben ser solidarias.
No es extraño, por lo tanto que sea el amor el contenido que llena de sentido su vida y su obra, y que, en consecuencia, la ausencia de los seres amados vacíen de sentido sus objetos, sus espacios y sus tiempos. El amor -como ella afirma- es el todo y el desamor es la nada: es el tema central y el nudo complejo que abarca y colma todos sus versos y toda su existencia; es una fuerza que atraviesa todas las capas de su personalidad, es un fluido que, penetrando por todos los poros de su cuerpo y de su alma, inunda todos los instantes de su tiempo.
sábado, 21 de junio de 2008
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