sábado, 21 de junio de 2008

Francisco Arias

Francisco Arias
José Antonio Hernández Guerrero

Aunque es cierto que Francisco Arias ostenta una dilatada biografía sindical y política, desde mi óptica personal, este malagueño, que nació en Sierra de Yeguas (Málaga) hace sesenta y seis años, y que estudió bachillerato en Ronda e Ingeniería de montes en Granada y en Madrid, es, sobre todo, un intelectual que está mejor dotado para la reflexión serena, para el análisis profundo y para la matización crítica que para la pelea partidista.
Hombre sensible y agudo, está interesado por el crecimiento humano en el más amplio sentido de esta palabra, y demuestra su amor a las letras y a las demás manifestaciones de la cultura mediante la exquisita pulcritud con la que compone sus textos y con el cuidado minucioso de las expresiones que emplea en sus trabajos históricos y literarios. En mi opinión, las cualidades que más destacan en su poliédrica personalidad son su curiosidad sin límites, su inagotable capacidad creadora y su delicadeza en el tratamiento de las palabras que pronuncia o escribe y, sobre todo, en el respeto con el que se comunica con las personas con las que trabaja o convive.
Tanto en sus responsabilidades públicas como en las actividades privadas es auténtico: es un hombre radical pero no dogmático, es un ciudadano fiel a sus convicciones éticas y un militante leal con sus compromisos ideológicos. De sus escritos nos llama especialmente la atención la serenidad contagiosa con la que aborda los temas de actualidad sin que le aumenten las pulsaciones, y la elegancia con la que comenta los episodios de la vida cotidiana sin necesidad de recurrir a estridencias o a destemplanzas. Y es que, a pesar de este profesional de los montes, de los arbolados, de los bosques, que, además de haber gastado muchos años de su vida en el estudio de la Selvicultura, de Repoblaciones y de la Dasometría, y aunque se entregó con generosidad a la lucha política, ni su imagen personal ni el estilo de su escritura han perdido ese halo de sosiego, de equilibrio e, incluso, de delicadeza que distinguen a los amantes de las letras.
Francisco Arias, hombre recio, recto y firme, animador de los movimientos asociativos, siempre está dispuesto a participar en la vida cultural, es, sin duda alguna, un narrador que no encaja, para qué vamos a engañarnos, con estos tiempos de sorteos-estafa, de cotorras vanidosas y de 'tiqui-tacas' atronadores. Permítanme que declare mi convicción de que es una bendición -recordemos la etimología de esta palabra- disfrutar con el tono contenido que él utiliza, sobre todo si lo comparamos con los alaridos que inundan, por ejemplo, los predios políticos y los gallineros radiofónicos.

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