Rosa María Mateo Isasi, reconocida unánimemente como un “símbolo de credibilidad comunicadora”
José Antonio Hernández Guerrero
Es cierto que, con la “Distinción Emilio Castelar a la eficacia comunicativa”, el Ayuntamiento de Cádiz ha reconocido la ejemplar trayectoria profesional de Rosa María Mateo, una periodista que, con claridad, rigor y precisión, durante más de 37 años, nos ha informado sobre los episodios más relevantes que se han sucedido en España y en el mundo. El jurado ha destacado, sobre todo, su permanente disposición para servir a los televidentes transmitiéndonos con fidelidad los datos más sobresalientes de una actualidad compleja y cambiante.
En esta ocasión, en vez de insistir en las dotes profesionales del personaje, prefiero referirme a los rasgos que, desde la distancia que la he contemplado, creo que son los que mejor definen el perfil humano de una mujer que, poseyendo las cualidades físicas para que los frívolos la calificaran como “busto parlante” o como “estrella televisiva”, ha sido reconocida unánimemente como un “símbolo de credibilidad comunicadora”. La clave de su eficacia estriba, a mi juicio, en su convicción de que, más que un personaje televisivo, es una servidora de la comunicación: una persona que habla a otras personas.
Es una mujer seria, culta y sensible a quien le gusta definirse como una trabajadora. Tengo la impresión de que concibe su tarea de periodista como un compromiso social y como un ejercicio dramático en el sentido más literario de este término. Aquí radica, a mi juicio, la credibilidad que generan sus informaciones y, al mismo tiempo, la verosimilitud de sus relatos periodísticos: en sus hondas convicciones éticas y en su fina sensibilidad estética.
Rosa María Mateo es una periodista valiente que, por defender el derecho de los oyentes y su independencia profesional, fue capaz de dimitir, y es una mujer coherente que, por ser fiel a sus convicciones, fue despedida de Antena Tres. Después de haberla contemplado más de cerca, reconozco, sin embargo, que las cualidades que más me han llamado la atención han sido su sencillez, su sobriedad y su sentido común.
Me ha sorprendido que esté adornada de esas cualidades que definen a las buenas personas y que, por el contrario, carezca de esos rasgos –de esos defectos- que, tópicamente, caracterizan a algunos de los más afamados protagonistas de los medios de comunicación. Por más que me he fijado, no he advertido ni el más mínimo afán de exhibirse ni de llamar la atención.
Con su equilibrio psicológico, con su integridad ética y con su sensibilidad social nos ha enseñado, sobre todo, a otear con paciencia, con esperanza y con serenidad, el paso irreversible del tiempo.
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