Carmen Bobes Naves, Primera Distinción “Eduardo Benot”
Una intelectual que estimula el diálogo y ha suscitado el interés por los valores estéticos y éticos más nobles.
José Antonio Hernández Guerrero
El martes pasado, en un acto solemne, la Alcaldesa de Cádiz entregó la primera distinción “Eduardo Benot” con la que el Ayuntamiento gaditano reconoce la labor científica que, en el ámbito de nuestra Lengua, desarrolla Carmen Bobes Naves, una intelectual que, apoyada en unas convicciones afincadas en los principios más sólidos de nuestra tradición occidental y alentada por una concepción de la vida humana inspirada en los valores trascendentes de la revelación, siempre ha estado dispuesta a someter a discusión seria, comprometida y cordial, las sucesivas maneras de ver, de articular, de analizar, de interpretar y de valorar la literatura.
Esta Catedrática de Teoría de la Literatura y Literatura de la Universidad de Oviedo estimula el diálogo y suscita el interés por los valores estéticos y éticos más nobles. Estos rasgos fundamentales de su carácter y de su trayectoria profesional representan, a nuestro juicio, su aportación más valiosa a las Ciencias Humanas y constituyen un desafío permanente y un acicate estimulante para todos los que hemos aprendido de ella a tratar las cuestiones más actuales de la Teoría de la Literatura. Con su labor paradigmática ha marcado unas directrices que nos sirven para trazar puentes entre disciplinas afines y entre visiones plurales dentro de la historia de nuestro ámbito disciplinar.
Su preocupación permanente por colaborar en la supervivencia de valores estéticos acreditados y en el enriquecimiento de los lenguajes humanos y de las obras literarias de las culturas creadas por los hombres de una forma adecuada a su dignidad, constituye una orientación y un estímulo para que nos decidamos a abordar los temas que relacionan la literatura con las cuestiones más palpitantes de las ciencias humanas. Sus análisis de textos han abierto caminos metodológicos espaciosos por los que, posteriormente, los demás hemos transitado cómodamente hasta tal punto que hoy no es posible elaborar un trabajo serio de teoría, de crítica o de historia de la literatura sin hacer referencia explícita a su abundante y rigurosa producción científica.
Pero es que, además, toda su labor docente e investigadora se asienta en el afán explícito de conocer, de jerarquizar, de explicar y de difundir los valores que dignifican a los seres humanos que, guiados por unos deseos de autorrealización y de perfeccionamiento, aspiran noblemente a las metas de la armonía, de la justicia, de la paz y de la fraternidad. Su permanente búsqueda de principios sólidos, su ágil flexibilidad en la aplicación de criterios, su rigor investigador y, sobre todo, su honestidad profesional constituyen unos avales seguros para la comprensión del hecho literario y trazan unos caminos convergentes y complementarios para el acercamiento a un modelo de ser humano. Sus trabajos parten del supuesto de la radical unidad del ser y del actuar humanos: del pensamiento, del lenguaje y del comportamiento. Siguiendo sus obras podemos llegar aún más lejos y afirmar que pensar y hablar son maneras eficaces de intervenir en la vida y, por lo tanto, de actuar en el mundo y en la historia.
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