domingo, 22 de junio de 2008

José Ángel González



José Ángel González
José Antonio Hernández Guerrero

La imagen de Pepe Ángel -por escasa que sea la atención que le prestemos- nos produce la impresión de que es un artista dotado de una singular sensibilidad para captar los mensajes que transmiten los paisajes y para expresar los ecos que el paso del tiempo despierta en el fondo de su espíritu. No nos extraña, por lo tanto, que conjugue tan armoniosamente su profesión de arquitecto -especialista en la distribución de los espacios- y su afición musical -diestro en la combinación de los ritmos y de las melodías-. Hemos de temer en cuenta que el fundamento de ambas expresiones artísticas es la geometría, y hemos de recordar que Goethe definía a la arquitectura como una “música helada”.
Pero es que, además, Pepe Ángel posee una especial habilidad para integrar equipos de trabajo y para animar grupos festivos. Si nos fijamos en su peculiar manera de situarse ante la vida, llegamos a la conclusión de que adopta la actitud del hábil director de una orquesta que, con su frágil batuta, distribuye funciones y coordina tanto los movimientos como las emociones de los músicos.
Cuando Pepe Ángel redacta planos, en realidad lo que hace es componer armoniosas sinfonías y, cuando interpreta partituras, levanta confortables remansos en los que respiramos el aire limpio de una paz íntima y de una alegría tranquila. Tanto cuando se entrega a la arquitectura como cuando interpreta música, este gaditano, vital, fino y atento, dispone unos espacios envolventes que, generosamente, nos los ofrece para que los habitemos, nos aislemos, nos reunamos, nos amemos y nos divirtamos. Sus diferentes actividades de proyectar y de construir están inmersas en su función de ennoblecer los espacios y los sonidos con expresiones simbólicas.
A mi juicio, la clave profunda de su capacidad para proyectar ambientes de cordialidad, para construir “habitaciones” –recintos habitables-, para configurar climas de comunicación y para generar sensaciones placenteras, es la maestría con la que calcula las medidas, las distancias y las proporciones. Es posible que su delicadeza, su amabilidad y su permanente disponibilidad hundan sus raíces en el clima familiar cordial y artístico que respiró durante su infancia, en su afición innata a manejar el compás con el que traza círculos envolventes y en su destreza para medir los ritmos cambiantes de las diferentes melodías. A lo mejor ahí reside su facilidad para dibujar los perfiles de acogedores hogares y para marcar las evoluciones de sus sendas vitales.
Pepe Ángel proyecta, construye y ameniza su vida y las de los que le rodean, nutriéndolas con esas sustancias que extrae gracias a su notable capacidad contemplativa y a su exquisita sensibilidad para captar y para crear belleza.




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