José Manuel González Infante
Hombre agudo, sensible y esperanzado, conoce las diferencias que separan el bienestar animal y la felicidad humana
José Antonio Hernández Guerrero
La profunda convicción de que los seres humanos somos algo más que un organismo bioquímico y la certeza de que nuestro crecimiento, nuestro bienestar y nuestras tareas vitales trascienden los estrechos límites de la homeostasis -la adaptación a los cambios de medio ambiente- constituyen, a mi juicio, las claves iniciales que explican aquella temprana decisión que adoptó José Manuel González Infante para especializarse en Psiquiatría.
Hombre agudo, sensible y esperanzado, conoce las diferencias que separan el bienestar animal y la felicidad humana, reconoce la relación directa que existe entre la salud del cuerpo y los trastornos mentales, y es plenamente consciente de las distancias que se abren entre el dolor físico y el sufrimiento humano. Es comprensible, por lo tanto, que decidiera entregar su tiempo y sus energías a la asistencia, a la investigación y a la docencia de esta disciplina tan compleja que, como es sabido, ha alcanzado en los momentos actuales un alto nivel de complejidad.
No es extraño, por lo tanto, que todas sus acciones terapéuticas estén explícitamente orientadas y estimuladas por la firme voluntad de servir al hombre completo, al ser humano cuyos apetitos, aspiraciones, temores y afanes sobrepasan las exigencias del metabolismo animal. Éstas son las razones por las que él concibe y practica la Medicina como un conocimiento científico que, además de servirse de los instrumentos farmacológicos, tiene en cuenta los factores psicológicos, socio/culturales, históricos y antropológicos.
El profesor González Infante, Catedrático de nuestra Facultad de Medicina, es un apasionado investigador del hombre: de la mente y del cuerpo. Conocedor de la Anatomía, de la Biología y de la Psicología humanas, es un pensador y un crítico que disfruta analizando y relacionando ideas, es un científico dotado de una penetración intelectual desafiante, un luchador de la vida, un cultivador de la amistad, un hombre esencialmente moderado y conciliador, un testigo atento y un estudioso tenaz de nuestra historia y, en su ámbito profesional, un actor comprometido.
Siguiendo la senda de la discreción, nos proporciona unas evidentes muestras de su paciencia, una virtud, que según él, ha aprendido con los años, tras llegar a la conclusión de que cada día trae problemas nuevos y soluciones diferentes. José Manuel es un hombre minucioso y detallista que está dotado de un exquisito tacto y de una delicada sensibilidad; posee, sobre todo, un estricto sentido de la realidad y una sorprendente capacidad para modular sus intervenciones. Estamos de acuerdo con él en que las verdaderas batallas de la vida humana se libran dentro de uno mismo: es allí donde podemos encontrar las armas para dominar el miedo, la tristeza, la ansiedad y la angustia.
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