Eugenio Espinosa Martínez
José Antonio Hernández Guerrero
Eugenio es un maestro en el sentido más noble de este término: es un hombre amable y cordial, eficiente y servicial, que está en posesión de esa sabiduría que se forja al calor del trabajo con los niños y con los adolescentes. Es un profesional de la educación que, plenamente consciente de que su tarea puede ser un factor determinante para la vida de sus discípulos, se esfuerza, día a día, para armonizar el rigor y la comprensión, la disciplina y la templanza. Vive su vida y ejerce su tarea como un ideal intelectual y como una exigencia moral, como una profesión y como misión, como una actividad integradora y como una acción civilizadora.
Estas son las razones por las que este benalupense discreto y sencillo, además de transmitir conocimientos, se ha empeñado siempre en proponer unos valores y en estimular unos hábitos –unas virtudes- que orienten a los alumnos en su desarrollo integral humano y en la búsqueda del bienestar compartido, en su construcción como personas responsables y como ciudadanos solidarios. Eugenio –profesor y educador- es, a mi juicio, uno de los profesionales que mejor han sabido resolver las aparentes antinomias que algunos establecen entre la autoridad y el respeto, entre la disciplina y la libertad, entre el orden y la confianza, entre la obediencia y la personalidad.
A mí siempre me ha llamado la atención la habilidad con la que, en los diferentes centros en los que ha ejercido el magisterio, ha estimulando el esfuerzo y la honestidad, ha fomentado el compañerismo y la responsabilidad, ha alentado el trabajo bien hecho y la progresiva superación. Pero es posible que los familiares, los amigos y los compañeros que lo han tratado con mayor confianza coincidan en que, tras esa imagen de hombre serio y recto, se esconde una persona dotada de un corazón inmenso, acogedor y compresivo que siempre tiene la palabra necesaria para aliviar a todo el que se acerca a él en demanda de ayuda.
Estoy convencido, además de que uno de los rasgos que mejor definen el perfil humano de este maestro detallista, minucioso y crítico, que disfruta trabajando y que trabaja disfrutando, es esa mezcla armónica de realismo y de fantasía, esa combinación equilibrada de un profundo sentido de la realidad inmediata que, paradójicamente, se alimenta con su aspiración de permanente renovación y de ilimitada trascendencia.
Eugenio es un amigo, sin fanatismo, del orden y un enemigo, sin rencor, de la rutina: es un maestro que, apoyado en la tierra firme de su honda conciencia de la grandeza y de la fragilidad de ser humano, proporciona las claves que sirven para, además de interpretar los libros, leer y vivir la vida.
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